LA HABANA, Cuba.- En los primaveras noventa mi pasión por el béisbol de Series Nacionales estaba en su zenit, remotamente de la devaluación sentimental que sufriría luego. Eran tiempos en que los equipos salían al diamante con el cuchillo entre los dientes, y había tanta calidad que daba alegría.

El Big Four estaba en su apogeo. Villa Clara ganó tres campeonatos seguidos de la mano del quimérico Pedro Jova. Pinar del Río blasonaba de tener al mejor libra por libra, Omar Linares. Santiago hacía alardes de su Aplanadora. Industriales dependía de una coexistentes posiblemente irrepetible.

De esas filas azules salió el hombre que protagoniza esta entrevista. Era catcher, pero ello no le impidió destacar por su velocidad de piernas. Es más: Francisco Santiesteban (La Habana, 1971) se dio el boato de llevar a cabo como leadoff en una de las alineaciones más respetables de la época.

A Santiesteban le tomó poco tiempo comunicarse un hueco en la élite de receptores del país. En la medida que su bate se fue acomodando al pitcheo de la aleación (un pitcheo muy superior al del mismo proscenio a día de hoy), la pasatiempo comenzó a ponderarlo y se granjeó un status que, en honestidad, debió colocarlo en el equipo franquista rotundo.

Sin bloqueo, por alguna razón se decidió ignorarlo (¿tendría presencia de posible emigrante?) y el atleta tomó las de Villadiego en 1997 durante un delirio a Colombia con el Cuba B. A partir de eso poco se supo acá de él, como no fuera que trataba de ascender a Grandes Ligas con la franela de los Marineros de Seattle.

El intento falló pero, hombre de béisbol, su carrera no terminó con el retiro. Una vez colgados los spikes, Santiesteban se ganó un motivo de ¡12 primaveras! trabajando en las Ligas Menores de los Bravos de Atlanta, y actualmente va para un par de temporadas como coach de receptores en la ordenamiento de los Rangers de Texas, vigentes monarcas de la Serie Mundial.

—En el equipo más distinguido de Cuba lograste conjugar la función de receptor con el rol de primer bate. ¿Conoces casos similares en el béisbol de stop nivel?

—Yo fui un catcher atípico porque era delgado, veloz y primer bate. Pienso que es poco muy inusual. Con esas características pude pugnar al más stop nivel en Cuba con uno de los mejores equipos, si no el mejor. Fui a la comienzo del line up con grandísimos jugadores en la sueldo. Personajes que fueron estrellas del béisbol cubano y yo tuve el privilegio de ser primer bate con ellos en el equipo. En el béisbol profesional eso no sucede, porque los receptores no tienen esas cualidades y encima se les protege mucho adecuado a la exigencia de la posición.

—El devoto industrialista tiene en su retina a un Santiesteban delgadísimo. ¿Cuántos kilos subiste luego de tu salida?

—Salí de Cuba con unas 165 libras y cuando firmé estaba pesando aproximadamente de 195. La masa muscular había aumentado y eso me dio superioridad. Trabajé suficiente admisiblemente las mancuerna, tuve una provisiones rigurosa y pude alcanzar las libras necesarias para ser más rápido y tener más fortaleza.

—¿Por qué no probaste explotar tu velocidad en otras posiciones menos desgastantes?

—Es que a mí me gustaba ‘catchear’. Eso me encantaba y era bueno haciéndolo. Cuando firmé con los Marineros de Seattle intentaron pasarme al shortstop pero el director de los catchers no lo aceptó y por eso no hice la transición. Pero la posición nunca me impidió valer, tocar la mentira, robarme una saco o anotar con un sencillo.

—Si tuvieras que designar un Todos Estrellas de Industriales en los primaveras 90, ¿cuál sería?

—Está difícil. Hubo muchos jugadores y creo que sería injusto mencionar a algunos y a otros no. No me gustaría entrar en esa polémica. En casos así mucha muchedumbre te va a dialogar de Germán Mesa, Lázaro Vargas, Javier Méndez, Roberto Colina, Luis Álvarez, Juan Padilla, Luis García, Tony González, Antonio Sarduy, Luis Daniel Pérez, Jorge Salfrán, Rolando Verde, Armando Ferreiro, Humberto Casamayor, Juan Bueno… Todos estuvieron en esa época e hicieron hazañas a la cima de las estrellas. Y de los lanzadores ni te historia. Sería muy complicado decirte nombre por nombre y posición por posición, porque jugué en una época donde el béisbol era muy bueno y ser atleta de Industriales era la aspiración de demasiados peloteros.

—Cuéntame alguna cuento de tu etapa en los Industriales.

—Imagínate, han pasado los primaveras y a veces cuando veo un conjunto de Industriales y observo el estadio, todavía siento cosas. Me fascinaba escuchar mi nombre por la amplificación, que estuviera en la pizarra y tuviera un número 300 al flanco. Es inolvidable aquello de la muchedumbre gritando, las cornetas y Armandito subido en el dugout. Igual, poder dar una tendencia y hacerla doble o tocar la mentira y ascender ‘safe’ aunque la tercera saco estuviera jugando por delante. Me acuerdo de René Arocha, Euclides Rojas, Lázaro de la Torre y Agustín Marquetti regañándome porque era muy inquieto y al punto que descansaba…

Son pasajes que uno los lleva en la mente y el corazón. Siempre tengo presente aquel día de 1990, con el equipo Ciudad Habana en que Servio Borges me puso a valer por Ferreiro en las postrimerías de un conjunto que íbamos perdiendo 2×1 frente a Mineros. Yo me había fijado que el pitcher rival, Gustavo Labernia, levantaba mucho el pie, y primero me robé la segunda y luego la tercera. Así, el bateador que estaba en turno, Tony González, solo tuvo que dar un fly de sacrificio para que empatáramos el choque, que ganamos en extrainning. Entonces Servio me preguntó por qué me había ido al robo, le expliqué lo que había gastado en el pitcher y me dijo que a partir de ese momento calentara para salir a valer en los finales de cada partido.

—El “Duque” Hernández ha dicho frecuentemente que fuiste su cátcher protegido, próximo con Jorge Posada. ¿Era complicado trabajar detrás de home con Orlando en el box?

—Hubo una temporada en que Orlando perdió tres juegos consecutivos, y en esas derrotas habían pesado las carreras que le hacían cuando él tiraba rompimientos, porque la mentira se iba para antes. Entonces yo estaba comentando en el dugout con De la Torre y Francisco Despaigne que el problema consistía en que la mentira se le movía mucho y no se podía cercar, que había que cogerla. El “Duque” pasaba en ese momento y me dijo ‘¿tú puedes agarrar esos lanzamientos?’ y yo le dije que sí. Que ‘claro que sí’. Ese era mi carácter, siempre decía lo que sentía.

El caso es que cuando a él le tocó retornar a desobstruir, Padilla me dijo que yo iba a ser titular, que el “Duque” me había pedido. Créeme, las cinco primeras bolas que cogí tuve la sensación de que la pelota no entraba en el manopla. Estaba muy nervioso porque el día que lanzaba Orlando siempre había más de 40 mil personas en las gradas. Él me dijo que me tranquilizara, que hiciera mi conjunto, y me convencí de que no tenía ausencia que perder. A partir de ahí comenzó mi carrera y eso se lo agradezco a Orlando Hernández.

Como todos conocen, en ese tiempo la haber tenía a Ferreiro, Casamayor, Juan Bueno, Ricardo Miranda… receptores buenos que no dejaban mucho espacio para los recién llegados. Pero pude hacerme un camino. Cuando el “Duque” lanzaba era realizable el trabajo para mí, porque yo sabía lo que iba a tirar, adónde lo iba a tirar y cómo lo iba a tirar. Llegué a conocerlo tan admisiblemente que llegamos a pugnar sin señas.

—¿Dónde estimas que residían tus mayores virtudes para el conjunto?

—Mi principal armas para ponerme por delante de los demás jugadores era la intensidad. Sumaba a mi agilidad y mis posibilidades con el bate una capacidad defensiva que me tuvo como dos o tres primaveras sin hacer errores ni passed balls: de hecho me incluyeron en varios Todos Estrellas por mi trabajo con la mascota. Por otra parte bloqueaba y tiraba admisiblemente y tenía un interés enorme por el estudio de los contrarios. 

—¿Quiénes han sido tus modelos como receptores, en la pelota cubana y la MLB?

—De impulsivo siempre quise ser como Juan Castro, y al principio traté de imitarlo porque a veces no bloqueaba, sino que fildeaba la mentira. Tenía facilidades para eso. Juan Castro era un catcher muy elegante, muy fino a la hora de tomar y de tirar. Yo hasta quería caminar como él. Cuando dejó de pugnar, estando yo en activo ya, mi maniquí fue Alberto Hernández. No tenía el físico ideal, pero era otra elegancia. Lamentablemente se deje poco de él pero te digo, cuando Alberto estaba detrás de home yo no miraba para más ninguna parte. En cuanto a Grandes Ligas, admiré mucho a Johnny Bench a través de los videos y las historias que se contaban de él, y el otro que me gustaba era Benito Santiago.

—Si tuvieras que hacer un receptor ideal, ¿cuáles atributos no podrían ofender en la fórmula?

—Los principales atributos tendrían que ser defensivos. Necesitaría ser inteligente, capaz de padecer un conjunto en cualquier nivel, cercar admisiblemente, tirar robusto y preciso. El receptor ideal es defensivo, ya si dornajo es un extra, y si corre como lo hacía yo, otro extra.

—¿Qué razones te movieron a dar el paso de “desertar”? ¿Tuvo que ver directamente con tu salvedad del equipo excelso?

—Mucha muchedumbre me pregunta si deserté porque estaba amargo por esa salvedad, pero lo cierto es que pensaba hacerlo desde 1992. Para ser honesto, nunca quise desertar por razones políticas o económicas; simplemente quería pugnar en Grandes Ligas. Presente que siempre me sentí muy inspirado por Rickey Henderson. Cada vez que él se robaba una saco yo me robaba una saco, e inclusive hacía gestos y cosas de Henderson. Pero eso no quiere asegurar que no estuviera amargo con lo que me hicieron en 1997. Ese año fui botellín de los bateadores de la Serie Franquista y segundo en la Copa Revolución, y en los dos torneos quedé entre los tres primeros en bases robadas. Por otra parte, mi defensa era hermética hasta el punto de que solo cometí un error en todo el año y creo que no hice passed ball. Jugaba como primer bate de Industriales, no me lastimaba, y todo eso me hizo pensar que sería el primer cátcher convocado a la preselección franquista. Sin bloqueo, aunque eso se hubiera poliedro yo habría terminado desertando de todos modos, porque era poco que llevaba tiempo en mis planes.

—Tuviste un brevísimo paso por el sistema de Menores de Seattle y luego jugaste una aleación independiente, en uno y otro casos con pobres resultados ofensivos. ¿Crees que pudiste haberlo hecho mejor, o será que tu explicación había llegado al techo?

—En mi paso por Menores me lastimé muy temprano. El cambio de sistema de conjunto fue poco que me impactó muchísimo; no es lo mismo pugnar béisbol en Cuba que en el profesionalismo, donde hay mucho bullpen y juegos de actos y encima están las exigencias del idioma y los viajes. Lo primero que me golpeó fue el idioma: pitchers como Randy Johnson y Freddy García me pidieron para recibirles el mismo año que llegué, pero el idioma me jugó una mala pasada. Hoy un cátcher no deje inglés y no importa, pero entonces era obligatorio. Para colmo, en Spring Training tuve una rendija en la chale vértebra y tenía que operarme, pero decidí no hacerlo y Seattle me dejó desenvuelto.

Posteriormente lo intenté en aleación independiente y asimismo en Nicaragua, pero mi cuerpo ya no daba para eso. Cuando fui para allá quería hacer la última prueba porque sabía del interés de scouts de los Indios, los Marlins y los Cachorros y de hecho llegué a estar bateando .400 en el primer tramo de campaña, pero luego me resentí la espalda, me dio miedo a quedarme inválido y desistí.

Pero no me siento frustrado por no ascender; Altísimo no quiso que llegara a ese nivel pero tuve el placer de recibirle a grandes pitchers que sabían que yo podía hacer el trabajo detrás de home, y soy atinado con eso. La deterioro no me dejó seguir y eso es parte de la vida. El propósito de Altísimo era que yo enseñara a otros jugadores, y actualmente hay unos cuantos jugadores que pasaron por mis manos y están en Grandes Ligas. Estoy orgulloso de mi carrera”.

—¿Es cierto que la pelota de Nicaragua está mejor organizada y ofrece mejores condiciones de vida que la cubana?

—Nicaragua es un país espléndido donde encontré la fortuna, en el cual me casé y tuve hijos. Poca muchedumbre deje de su campeonato beisbolero y te aseguro que es una aleación muy admisiblemente organizada y muy admisiblemente respaldada por el gobierno. Tienen una aleación franquista y una aleación de invierno donde el nivel es muy bueno. Yo he tenido el alegría de trabajar allá ocasionalmente, pero mis compromisos con organizaciones de Grandes Ligas no me han dejado mucho tiempo para eso.

—¿Qué te llevó a pensar que tenías condiciones para dirigir?

—Dirigir es un arte, con eso se nace. Pienso que si uno es capaz de dirigir detrás de home a lanzadores como Lázaro Valle, De la Torre, Despaigne, Euclides, René Arocha, el “Duque”, Iván Álvarez, Osvaldo Fernández, Leonardo Tamayo o Rafael Gómez Mena, entonces es capaz de dirigir un conjunto de béisbol. Las cosas se dan, uno no dice yo voy a dirigir porque soy bueno dirigiendo, sino que determinado ve tu capacidad para hacerlo. Así lo apreciaron el difunto José Martínez, un cubano de Matanzas que jugó Grandes Ligas, y el señor Johnny Almaraz, quien era el director de Cinta de Mejora y de Scouting para Latinoamérica de los Bravos de Atlanta. Él me conoció porque fue a firmarme a Costa Rica y ahí trabamos una buena relación y me ofreció el trabajo. Vio esa proyección en mí, me abrió las puertas y gracias a Altísimo todo salió admisiblemente.

—¿Cómo ha sido tu trayectoria en esas funciones?

—Yo diría que amplia. En doce primaveras con los Bravos de Atlanta dirigí en Ligas Menores, y ya llevo dos primaveras con los Rangers de Texas. Por otra parte trabajé en la aleación profesional de Venezuela, en México, en Nicaragua… A veces la muchedumbre te dice que no has dirigido en Grandes Ligas, pero la verdad es que no hace error dirigir en Grandes Ligas para tener éxito en el béisbol profesional.

—No obstante, entre tus planes futuros se cuenta ascender a dirigir en la Gran Carpa…

—Los planes futuros siempre son grandes, siempre hay poco más que hacer y uno quiere crecer siempre. Con los Bravos estuve en el dugout de Grandes Ligas en varias ocasiones, no como plantilla o staff pero sí indirectamente, porque muchos de esos jugadores los tuve yo, los formé, y entonces tenía que estar allí para ayudarlos a terminar su ciclo. Obviamente, siempre estoy en la mejor disposición de aceptar un puesto de dirección, pero estar en la parte de explicación es poco admisiblemente importante.

—Por tus manos pasó el aberración Ronald Acuña Jr. ¿Es ese el mejor pelotero con que te has vinculado en tu vida?

—Acuña es parte de mi currículum. Con 16 primaveras me lo entregaron directamente en la sociedad de Atlanta en San Pedro de Macorís, y hasta Clase A Descubierta fui parte esencial en su explicación. Es un pelotero magnífico y forma parte de mi trabajo. Pero él no ha sido el único atleta de stop calibre que tuve. Por ejemplo, asimismo puedo citar a Ozzie Albies, dos veces Bate de Plata; Andrelton Simmons, torpedero Manopla de Oro… Igual estuve unido al explicación de Freddie Freeman y los receptores William Contreras y Christian Bethancourt. Fueron poco más de 40 los peloteros que formé en mi período de trabajo en los Bravos, y hay casos como el del panameño Johan Camargo, que muchos pensaban que no iba a alcanzar el mayor nivel y yo aposté por él, hicimos los ajustes y llegó.

Quiero aclararte que en el béisbol cubano de mi época había varios jugadores con el nivel de Acuña. Me atrevo a asegurar eso. Fueron peloteros que tuvieron que formarse con esfuerzos propios en Cuba. Acuña por lo menos tuvo la oportunidad de que se hicieran cargo de él a los 16 primaveras, mientras en Cuba había fenómenos de esa etapa que tenían que tomar decisiones diferentes para poder continuar o simplemente irse del conjunto. El béisbol cubano es único, con el maduro respeto a todos los países y jugadores. Nosotros somos el Brasil del fútbol. Es una conmiseración que de jóvenes no pudimos tener esa oportunidad de salir y pugnar. No tengo dudas, en Cuba había peloteros con el talento de Acuña Jr.

—¿Qué recuerdas de la experiencia que viviste con Randy Johnson?

—Una experiencia extraordinaria. Para mí fue lo mayor. Con él me pasó como cuando le recibí por primera vez al “Duque”. En los primeros pitcheos pensé que me iba a atravesar con la recta, pero saqué la casta y lo superé, le bloqueé muchas bolas contra el carretera… Tenía un slider increíble. Yo quería que lo tirara en mentira porque me preocupaba que me partiera la mano si lo tiraba en strike. Era muy incómodo pero mis manos siempre fueron suaves y me las pude originar. En mi aval siempre habrá motivo para el honor de haberle recibido a Randy Johnson. Lo conmemoración atento a mí, iba a gusano pugnar y decía que yo iba a ser su catcher en las Mayores.

—¿Todavía no has podido cumplir el sueño de revistar la tumba de tus padres?

—Sé que no soy el único que ha pasado por esto. Es duro cuando uno tiene que dejar a sus seres queridos para ir a cumplir un sueño. No es secreto para nadie que cuando salíamos de Cuba en esa época, el gobierno nos tildaba de traidores a la pueblo. Pero yo no traicioné a nadie. Soy cubano y seguiré siendo cubano, no cambié ni mi forma de dialogar en tantos primaveras de residir en otros países. Me juzgaron y me condenaron, y en ese tiempo que no se me permitía entrar a Cuba murieron mi mamá y mi papá y no los pude ir a gimotear. Todavía tengo ese dolor en el corazón.

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